martes, 19 de noviembre de 2013

Letters

I used to write letters. And I loved it.
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Los veranos van inquebrantablemente unidos a mis recuerdos con las cartas.

La primera imagen que guardo fue la de aquella correspondencia que llegó con una torpe declaración de amor en mi infancia. Me dio tanta vergüenza recibirla que nunca más volví a ser amiga de aquel pobre chaval.

Tras eso tuve muchos "pen-friends", amigos y desconocidos varios.

Hasta tenía una amiga francesa a la que carteaba en una mezcla inventada de espan-français.
Y la tía me entendía. Qué cosas más curiosas.

Mucho más tarde alguien se presentó un día en la puerta de mi casa sudando con un sobre en las manos. Volvió a buscarme muchas veces más. Nunca fui valiente para decirle a la cara que no me gustaba. Lo siento. Eras un gran tío.
Años antes de eso yo envié un par de cartas a alguien que nunca me contestó y que apenas me hizo caso. Creo que fue única vez que alguien no me responde. Aquella vez la gran tía era yo.

Por pura nostalgia todavía guardo parte de las misivas de una amiga que hace mucho dejó de serlo. Recuerdo el grado de decepción que me supuso aquella historia.  Pensé en buscarla, pero si algo he aprendido es que hay personas a las que es mucho mejor dejar atrás.

Finalmente el último de mis  "amigos por correspondencia" me sorprendió en su primer envío con el famoso sobre repleto de estrellas que cumplía al 100% mi requisito imposiblemente imposible.
Al mismo le siguieron millones de micro-pensamientos, flores espachurradas y escuetos dibujos estampados en los márgenes de los folios de un hombre que siempre ha sido pequeño o de un niño que ha sido siempre grande.

Preciosas cartas aquellas. Insuperables.

Quiero quedarme con ese recuerdo.

Y nunca más he vuelto a escribirme con nadie.





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