LLevo semanas planeando como será el post de mi despido, lo imagino solemne, directo, nervioso. He imaginado 1000 veces como voy a escribirlo, cómo llegará el burofax, mi reacción (¿alivio o agobio?), la reacción de mis compañeros, irme a casa sabiendo que no voy a volver, irme a casa sabiendo que no quiero volver...plantearme mi nueva vida.
LLevo semanas planeando alternativas y opciones B y C ( y D y E...), descuajeringándome la cabeza y el sueño...y aún no sé si me despedirán o no, y aún no sé ni como me voy a sentir en ese momento...lo curioso es que lo único que tengo claro es que habrá un post sobre eso, lo sorprendente es que me da igual todo excepto el poder escribir.
¿Desahogo? me decía un amigo esta tarde que este blog sólo lo escribo para poder desahogarme... no sé si es desahogo o no, pero me gusta contar historias sin importancia, generalmente cosas no trascendentes, reflexiones miserables. Y en definitiva he descubierto que me apetece mucho contar historias. Y tengo que decir que eso es mucho más de lo que he descubierto de mi misma en los últimos años. Lo que me hace plantearme lo mucho que me equivoqué en su momento al tomar un rumbo en mi vida. La economía no es lo mío. La literatura está claro que tampoco. Pero al menos escribir sí que me gusta. Y en lo único que pienso ahora mismo es en lo triste que es tener una colección de talentos mediocres como los míos. En lo triste que es, por ejemplo, poner tus esperanzas en un burofax que te permita cambiar de vida....
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