jueves, 18 de abril de 2013

Vivir un ERE

     Vivir un ERE.
     Sé que no es tan duro como perder tu casa, sé que no es tan duro como no tener que comer. Pero no os deseo que vivais uno, sobre todo si es de esos lentos, dolorosos, infinitos.

     Llevo más de un año con amenazas de despido, este período de tiempo se me antoja que se ha multipicado por dos o por tres, me he echado encima como 5 años en un sólo, he perdido el sueño, la esperanza, las ganas ... He regalado mucho tiempo a mi empresa, me he desquiciado enfrente de un ordenador, me he visto impotente ante muchas cosas, he dejado casi de dormir.
Y tras muchos meses de anuncios llegó el ERE, esa crónica de una muerte anunciada que nunca terminaba de llegar. Y empezó la odisea. Y las reuniones sindicales, y las manifestaciones , las protestas. El mes de febrero de 2013 aún siendo en más corto del año lo recordaré siempre como uno de los más largos de mi vida, el mes eterno, no recuerdo nunca que el tiempo haya pasado tan despacio. Al final de todo: negociación sindical, solicitud de baja acogiéndome voluntariamente al ERE. Un casi-descanso.
Pero quedan el resto de mis compañeros, unos que me dan igual y otros a los que de verdad aprecio, están siendo unas semanas muy duras. Está siendo una merienda de negros. La gente se echa a temblar cuando ve a RRHH en la puerta que, cuál ángel del infierno, te sueltan: "Recoge tus cosas ahora mismo y mañana no vuelvas", algunos con 23 años a sus espaldas en la empresa, algunos que le han dado sus mejores años y que por su trabajo han olvidado casi a su familia, casi su vida.

     Está siendo duro. Ya lo he dicho. Y es que hoy le ha tocado a tres personas, con tres familias y tres vidas distintas, mañana serán algunos más. Yo ya sé que me voy, pero el resto no duermen desde hace meses, un día puede aparecer por la puerta aquel que un día te dio palmaditas en la espalda para pedirte que no vuelvas más. Y después de tantos años ni siquiera te dará tiempo de despedirte de tu gente, ni siquiera un poco de misericordia. Ni siquiera nada más.

Y es que un ERE es una forma lenta de crueldad.



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