domingo, 12 de enero de 2014
De la desaparición de las cartas
En las noticias anunciaban una progresiva desaparición de los carteros de toda la vida en Canadá, por algo más que evidente, ya nadie escribe cartas, todo lo que se envía (facturas, extractos bancarios, multas) puede ser fácilmente sustituido por el correo electrónico; ahorro de costes y de tiempo.
Acto seguido la reportera del telediario se personaba en una exposición de postales y cartas antiguas anunciando que ya nadie escribía cartas de amor, y que dentro de poco una carta escrita a mano sería toda una reliquia de anticuario.
Es cierto, ya nadie escribe cartas de amor, todo lo más algún "wassap" con corazones y besitos, y me imagino que lo más bonito que se dice la gente es algo así como: "AchOOooooo JooHnnNaTHANNn MEe PPONëessHH A miLLlll". Y eso ni se guarda, no se conserva, todo lo más se almacena un tiempo en la memoria del móvil para un día acabar por morir (El Jonathan que te puso los cuernos con la Jessi y se acabó el amor,¡qué fuerte tía!).
Y entonces me dio por imaginarme que todas las cartas que guardo en una caja de cartón se las debería de dejar como herencia a mis nietos, que en unos años valdrán mucho, muchísimo. Que los nietos de mis nietos ni siquiera aprenderán a escribir, que en los colegios sólo habrá teclados, y usar el lápiz será algo como re-arcáico, que la escritura a mano será considerada una artesanía, habrá colectivos que se encarguen de que se siga enseñando (rollo como esos grupos de señoras que hacen encaje de bolillos para que no se pierda la tradición), que será algo metódico y trabajoso. Casi un arte.
Me pregunto también si la gente seguirá pintando o ya se hará todo digitalmente.
¿Exageración? No creo, pero ya no estaremos aquí para verlo. Yo por el momento voy a poner mi caja de cartas a buen recaudo. Tal vez en unos cientos de años años la gente vaya a verlas con la misma devoción que ahora vamos a visitar grutas con pintadas prehistóricas...
Y es que ¿quién le iba a decir a un Neanderthal que las cuatro chuminadas que garabateó en una cueva serán tan importantes tantos años más tarde?.
Pues eso, que yo, por si acaso, pienso guardar mis cartas, pienso cuidarlas, que quién sabe si algún día mis herederos no se forrarán subastándolas.
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